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viernes, 14 de mayo de 2010

Cómo tratar la agresividad en las aulas

Enfrentando la Agresividad Infantil:

Como profesores, nos toca enfrentarnos en ocasiones a niños agresivos, manipuladores o rebeldes. No siempre sabemos muy bien cómo debemos actuar con ellos o cómo podemos incidir en su conducta para llegar a cambiarla.

1. ¿Por qué es importante detectar este problema en edad temprana e intervenir a tiempo?
Si el comportamiento excesivamente agresivo en la infancia no se trata a tiempo, ello deriva en fracaso escolar y en conducta antisocial en la adolescencia y adultez. Lo anterior ocurre porque la agresividad trae al niño dificultades para socializarse a lo largo del desarrollo y adaptarse o integrarse a su propio ambient, cualquiera sea éste.

2. ¿Qué entendemos por "agresividad infantil"?
Existe agresividad cuando el niño emite una determinada conducta que provoca daño a una persona u objeto, de manera intencionada, ocasionando daño físico o psíquico, directo (empujones, patadas, gritos, insultos, etc.) o indirecto (ataca los objetos de la persona que ha sido el origen del conflicto). Existe agresividad contenida cuando el niño gesticula, grita o produce expresiones faciales de frustración.

3. ¿Cuáles son las causas de la "agresividad infantil"?
Hay teorías que dicen que la frustración facilita la agresión, pero que no es una condición necesaria para ella. Conductas agresivas pueden aprenderse por imitación u observación de la conducta de modelos agresivos. Cuando un niño emite una conducta agresiva reacciona ante un conflicto, el que puede resultar de problemas de relación social con otros niños o con los mayores, respecto de satisfacer los deseos del propio niño, problemas con los adultos surgidos por no querer cumplir las órdenes que éstos le imponen, o problemas con adultos cuando éstos le castigan por haberse comportado inadecuadamente, o con otro niño cuando éste le agrede.

El conflicto, provoca en el niño cierto sentimiento de frustración que le hace reaccionar de acuerdo a su experiencia previa particular. El niño puede aprender a comportarse de forma agresiva porque lo imita de los padres, otros adultos o compañeros (modelamiento). Cuando los padres castigan mediante violencia física o verbal se convierten para el niño en modelos de conductas agresivas. Cuando el niño vive rodeado de modelos agresivos, va adquiriendo un repertorio conductual caracterizado por una cierta tendencia a responder agresivamente a las situaciones conflictivas.

Se ha demostrado que tanto un profesor o padre poco exigente como uno con actitudes hostiles que desaprueba constantemente al niño, fomenta el comportamiento agresivo en los niños. Otro factor influyente en la agresividad de los niños es la incongruencia en el comportamiento de los padres o profesores, por ejemplo, cuando éstos desaprueban la agresión castigándola con otra agresión física o conducta amenazante hacia el niño. También existe incongruencia cuando una misma conducta unas veces es castigada y otras ignorada, o bien, cuando el padre o profesor regaña al niño pero la madre, u otro profesor, no lo hace.

También las relaciones deterioradas entre los propios padres provoca tensiones que pueden inducir al niño a comportarse de forma agresiva. Finalmente cabe mencionar también el déficit en habilidades sociales necesarias para afrontar aquellas situaciones que resultan frustrantes: la ausencia de estrategias verbales para afrontar el estrés a menudo conduce a la agresión.

4. ¿Qué pasos se deben seguir para evaluar adecuadamente la conducta agresiva de un niño?

Ante una conducta agresiva emitida por un niño lo primero que se debe hacer es identificar los antecedentes y los consecuentes de dicho comportamiento. Los antecedentes nos dirán cómo el niño tolera la frustración, qué situaciones frustrantes soporta menos. Las consecuencias nos dirán qué gana el niño con la conducta agresiva. Debemos también evaluar si el niño posee las habilidades cognitivas y conductuales necesarias para responder a las situaciones conflictivas que puedan presentársele. También es importante saber cómo interpreta el niño una situación, ya que un mismo tipo de situación puede provocar un comportamiento u otro en función de la intención que el niño le adjudique. Evaluamos así si el niño presenta deficiencias en el procesamiento de la información. También es importante identificar las situaciones en las que el comportamiento del niño es agresivo.

5. ¿Cómo podemos actuar ante la conducta agresiva del niño?
El objetivo es siempre reducir o eliminar la conducta agresiva en todas las situaciones que se produzca, pero para lograrlo es necesario que el niño aprenda otro tipo de conductas alternativas a la agresión. La intervención debe tener siempre dos objetivos a alcanzar: la eliminación de la conducta agresiva y la potenciación o el aprendizaje de la conducta asertiva o socialmente hábil alternativa.

En el caso de un niño en el que se mantiene la conducta agresiva por los reforzadores posteriores, se trata de suprimirlos, porque si sus conductas no se refuerzan terminará aprendiendo que sus conductas agresivas ya no tienen éxito y dejará de hacerlas. Este método se llama extinción y puede combinarse con otros, como por ejemplo, el reforzamiento positivo de conductas adaptativas.

Otro método es no hacer caso de la conducta agresiva pero se debe estar atento porque sólo funciona si la recompensa que el niño recibe y que mantiene la conducta agresiva es la atención prestada. Ahora, si la conducta agresiva acarrea consecuencias dolorosas para otras personas no puede usarse, tampoco si el niño puede suponer que con la indiferencia lo único que hacemos es aprobar sus actos agresivos.

Existen asimismo procedimientos de castigo como el"tiempo fuera" o el "coste de respuesta". En el primero, el niño es apartado de la situación reforzante. Se utiliza bastante en la situación clase. Los resultados han demostrado siempre una disminución en dicho comportamiento. Los tiempos han de ser cortos y siempre dependiendo de la edad del niño. El máximo sería de 15 minutos para niños de 12 años.

El coste de respuesta o castigo consiste en retirar algún reforzador positivo contingentemente a la emisión de la conducta agresiva. Puede consistir en pérdida de privilegios como no ver la televisión. Debe utilizarse de manera racional y sistemática, y no debe depender de nuestro estado de ánimo, sino de la conducta emitida. Es importante tener en cuenta que al aplicar el castigo no se debe regañar o gritar, porque esto indica que nuestra actitud es vengativa y con frecuencia refuerza las conductas inaceptables. Tampoco debemos aceptar excusas o promesas por parte del niño. Siempre es importante dar al niño una advertencia o señal antes de que se le aplique el castigo. No hay que esperar a que el niño emita toda la cadena de conductas agresivas para aplicar el castigo, debe hacerse al principio. Cuando el niño es mayor, conviene utilizar el castigo en el contexto de un contrato conductual, puesto que ello ayuda a que desarrolle habilidades de autocontrol.

El castigo físico no es aconsejable porque sus efectos son generalmente negativos: se imita la agresividad y aumenta la ansiedad del niño.

Es importante no olvidar que si montamos un programa para cambiar la conducta agresiva que mantiene un niño hemos de tener en cuenta que los cambios no van a darse de un día a otro, sino que necesitaremos mucha paciencia y perseverancia si queremos solucionar el problema.

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